El Surgimiento de una Nación -  La legalidad restaurada

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El 15 de julio de 1867, el presidente Benito Juárez hizo su entrada triunfal a la ciudad de México. Por principio, esperaba la convocatoria a elecciones para designar el Ejecutivo, a los diputados y a los miembros de la Suprema Corte, la cual aparecería a mediados del mes de agosto y traería sorpresas: otorgó a los miembros del clero derecho a votar, aduciendo que también eran ciudadanos; les permitió, al igual que a los empleados federales, ocupar un asiento en el Congreso y eliminaba el requisito de residencia para los diputados.

Además, se contemplaban en ellas los puntos virtuales de cambio a la constitución que incluían que el poder legislativo de la federación estuviese depositado en dos cámaras, fijándose y distribuyéndose entre ellas las atribuciones del Poder Legislativo; que el presidente de la República tuviese facultades de poder veto suspensivos a las primeras resoluciones del Poder legislativo para que no se pudiesen reproducir, sino por dos tercios de votos de la cámara o cámaras en que se depositarse el Poder Legislativo; que las relaciones entre los poderes legislativo y ejecutivo, o los informes que el segundo tuviese que dar al primero, no fuesen verbales sino por escrito, fijándose si serían directamente del presidente de la República o de los secretarios del despacho; que la diputación o fracción del congreso que quedase funcionando en sus recesos, tuviese restricciones para convocar al Congreso a sesiones extraordinarias; que se determinarse el modo de proveer a la sustitución provisional del Poder Ejecutivo, en caso de faltar a la vez el presidente de la República y el presidente de la Suprema Corte de Justicia.

A pesar de todas las oposición, las elecciones se llevaron a cabo y Juárez volvió a obtener el voto popular. Así, el presidente pronunció el discurso de apertura en el Congreso y pudo constatar que, pese al triunfo electoral, las reformas propuestas en la convocatoria no gozaban de la aprobación general de los diputados. Prueba de ello es la postergación del Senado hasta el año de 1874 bajo la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada.

Si bien Juárez fue aceptado en el ámbito nacional, su relación con el Congreso no fue del todo halagüena. La situación entre los dos poderes se hizo cada día más tirana y se prolongó durante mucho tiempo. Los congresistas, celosos de la Constitución, se opusieron a cualquier medida que pudiera tener una interpretación diferente a lo establecido en la ley; por su parte el presidente se acogió a la " voluntad libremente manifestada de la mayoría del pueblo... ", es decir, a la soberanía nacional para justificar su proceder.

El panorama político al finalizar el periodo constitucional de gobierno, parecía dividir a los miembros de la administración juarista en diversos grupos que cobijaban esperanzas en aquellos personajes que habían tenido también un desempeño sobresaliente en la lucha contra Maximiliano. Así, en 1871 se llevó a cabo una cerrada campaña electoral entre Porfirio Díaz, Sebastián Lerdo de Tejada y el propio Juárez. Los partidarios de Porfirio Díaz desde el Congreso contrariaban las disposiciones presidenciales, apoyados en diversas ocasiones por los simpatizantes de Sebastián Lerdo de Tejada. Esta actitud asumida en el seno del legislativo constituyó el presagio de las aspiraciones grupales por llegar a ocupar la silla presidencial. A fin de cuentas, Benito Juárez llevaba largos años en el poder y una nueva elección abría el camino a los otros que se sentían desplazados, viejos políticos o militares victoriosos; los lerdistas y los porfiristas hicieron un bloque común en contra de los juaristas, el Congreso fue el sitio donde se comenzaron a perfilar las rivalidades políticas, las aspiraciones presidenciales.

La situación era compleja para la siguiente elección; no obstante, los comicios favorecieron al propio Juárez. La muerte de éste, apenas unos meses después de su elección, facilitó el ascenso a Sebastián Lerdo de Tejada y frustró los deseos de Porfirio Díaz, quien no pudo resistir su enojo manifestándolo en la fracasada revuelta de La Noria.

El régimen de Lerdo, que primero fue interino y luego constitucional, ya que fue elegido por mayoría absoluta en noviembre de 1872, se distinguió por un estricto apego a la ley, aunque no pudo evitar el enfrentamiento con el Legislativo. Uno de sus más grandes logros consistió en elevar a carácter constitucional los principios fundamentales de la Reforma, consiguiendo la secularización de la sociedad, a más de llevar a cabo una serie de mejoras en el orden material del país.

Lo más relevante en torno al Legislativo fue la restauración de la Cámara de Senadores, el 13 de noviembre de 1874, compuesta por dos senadores por estado, elegidos por cuatro años, con el fin de compartir el poder con la Cámara de Diputados. Esa división del Legislativo se haría permanente en la vida constitucional de México.