Con
la promulgación de la Ley Federal Electoral en
1946, arranca la primera etapa en la conformación
de un sistema d partidos, al otorgárseles personalidad
jurídica. Se conservó el sistema de escrutinio
de mayoría relativa en distritos uninominales
vigente desde 1912, pero estableció la exclusividad
en la participación electoral a los partidos políticos
nacionales, y centralizó 1a organización y vigilancia
de los comicios en órganos colegiado federales
dominados por el gobierno. La finalidad era propiciar
el surgimiento de organizaciones más estructuradas
y menos coyunturales o " electoreras ",
a fin de controlar el surgimiento de aquellas
con características y potencial desconocido.
Se
crearon instancias como la Comisión Federal de
Vigilancia Electoral, que depositó por primera
vez la organización a supervisión del proceso
en un organismo federal. De igual importancia
resultó la federalización del empadronamiento
que quedó, cargo del Consejo del Padrón Electoral,
transfiriéndole las facultades que en esa materia
desempeñaban las autoridades estatales e municipales.
A través de estos cuerpos se dio un paso adelante
e la tarea de garantizar el buen desempeño de
los comicios, eliminando las injerencias locales
permeadas por intereses locales o de grupo. Asimismo
se instauraron las Comisiones Locales Electorales,
los Comités Distritales, la Junta Computadora
y las Mesas de Casilla. Se concedió a la Suprema
Corte de Justicia la facultad de intervenir para
solucionar los conflictos surgidos de la votación.
Con
Miguel Alemán en la Presidencia, el civilismo
habría de ganar la batalla definitiva al militarismo,
al igual que la industria lo haría sobre la agricultura
y concretamente sobre. La política proejidal.
La principal preocupación no fue ya la de otorgar
tierras a los núcleos de población sino mas bien,
la de dotar al país de una infraestructura sólida.
El apoyo más importante para realizar este proyecto
no serían ni obreros ni campesinos, sino el sector
empresarial.
El
proceso de centralización del poder era un hecho,
L presidencia había adquirido supremacia política
como institución independientemente de los rasgos
de su ocupante; el Estado mexicano estaba ya consolidado
sobre la base del pacto social contraído a finales
de los años treinta y sus principales instituciones
habían adquirido sus rasgos distintivos teniendo
al nacionalismo como referente ideológico.
En
diciembre de 1946, se tumó a la Cámara de Senadores
para su aprobación, la iniciativa presidencial
de reforma al artículo 115, señalando como un
" acto de conveniencia nacional " la
participación de la mujer en las elecciones municipales.
Ante
el fortalecimiento de la figura presidencial a
partir de 1935, los puestos de senadores y diputados
carecieron de poder real, aun cuando no de prestigio.
Quienes los detentaron recibieron -además de evidentes
ventajas económicas- un reconocimiento a su influencia
y lealtad por parte de las autoridades que negociaban
su ingreso a las cámaras. Ocupar una curul indicaba
no sólo motivo c le pertenencia sino la garantía
de permanecer dentro del juego político.
Años
más tarde, en 1949, se volvió a reformar la ley
electoral con el fin de precisar algunos aspectos
relativos a la organización y vigilancia de los
comicios y de los que se excluyó a la Suprema
Corte de Justicia. Se modificaron varios artículos
de la ley, reasignando a la Procuraduría General
de Justicia todas las funciones que anteriormente
correspondían a la Corte.
En
el mes de febrero de 1949, después de haberse
publicado las reformas a la ley electoral, el
PRI, el PAN y el PP, legalmente registrados, lanzaron
sus candidatos a diputados federales, que ocuparían
una curul del 1 de septiembre de 1949 al 30 de
agosto de 1952. Posteriormente, bajo la presidencia
del secretario de Gobernación, Adolfo Ruiz Cortines,
se instaló la Comisión de Vigilancia Electoral,
encargada de encauzar y observar el cumplimiento
de la ley Electoral en las elecciones para diputados
federales.
Al
iniciar la década de los cincuenta, de cara a
la industrialización, la sociedad mexicana experimentó
cambios profundos que alteraron su fisonomía:
abandonó su carácter esencialmente agrario y se
transformó en una sociedad urbana e industrial.
Las expectativas de mejoramiento y movilidad social
condujeron a una nueva estratificación, sobre
todo entre las clases altas, medias y los obreros
sindicalizados que incrementaron su importancia
social al amparo de la industrialización. La irrupción
de los sectores medios en los años sesenta constituyó
un fenómeno importante en la transformación de
la estructura social. No obstante lo anterior,
la tendencia al desequilibrio social se fue acentuando
cada vez más, pues si bien existía un sector de
la sociedad que registró una notable mejoría en
sus ingresos, hubo otro que lejos de mejorar su
situación, se vio severamente afectado.
Pasados
algunos anos, se presentó nuevamente la necesidad
de revisar los procesos electorales. La ley del
4 de diciembre de 1951 significó un avance en
ese sentido al establecer que los representantes
del Poder Ejecutivo en la Comisión Federal Electoral,
se redujeran de dos a uno y que los delegados
de los partidos políticos se incrementaran de
dos a tres. Además se transformó el Consejo del
Padrón Electoral en Registro Nacional de Electores,
dándole a esta dependencia no sólo facultades
de supervisión sino ejecutivas en la integración
del padrón a nivel nacional. Con esto el régimen
pretendía dar muestra de una mayor apertura en
materia de registro y relaciones con los partidos.
Sin
embargo, la confluencia de gran cantidad de partidos
registrados a partir de 1946 (Partido Acción Nacional,
Partido Popular, Partido Democrático Mexicano,
Federación de Partidos del Pueblo, Partido Nacionalista
de México, Partido Fuerza Popular, etc.) y el
peso adquirido por algunos de ellos, hicieron
que el gobierno tomara medidas al respecto a fin
de reducir las posibilidades de registro, obstaculizando
su formación y su participación en los comicios.
Para ello, en 1954 se reformó la ley electoral
de 1951, con el propósito de elevar el número
de afiliados para que un partido pudiera alcanzar
su registro. A diferencia de la ley de 1946 que
había fijado un mínimo de mil afiliados en dos
tercios de las entidades federativas y un mínimo
nacional de 30 000, ahora se exigía un mínimo
de 75 000 militantes en todo el país, y 2 500
miembros en dos tercios de las entidades federativas.
Los efectos pronto se dejaron ver. Mientras que
entre 1946 y 1953 se habían concedido 16 registros
(10 transitorios y 6 definitivos), de 1957 a 1963,
sólo se concedió un registro y a cambio de una
cancelación. El gobierno de Adolfo Ruiz Cortines
se inició con las reformas de los artículos 34
y 115 constitucionales para otorgar el voto a
la mujer.
En
septiembre de 1954, el Poder Legislativo mexicano
recibió a la primera diputada federal que representaba
al estado de Baja California, Aurora Jiménez de
Palacios. Al año siguiente, por primera vez en
la historia del país, las mujeres emitieron su
voto para elegir diputados federales y en 1958
para presidente de la República.
El
afán moralizador, el control sobre el comercio,
la austeridad presupuestal y el empeño por reducir
el costo de la vida, contribuyeron sin duda a
mejorar la imagen del gobierno tan deteriorada
a finales del alemanismo.
Sin
embargo, a partir de la segunda mitad del régimen
se dieron las primeras fisuras en el aparato político.
Mientras que por un lado se avanzó en la tarea
de lograr una mayor cohesión entre los miembros
de la familia revolucionaria, en la incorporación
de mayor número de organizaciones al partido,
en neutralizar la demanda obrera y mantener bajo
control al sector campesino, por el otro se fueron
gestando una serie de movimientos independientes
cuyo objetivo era poner fin al control de las
organizaciones sindicales por parte del Estado.
Ejemplo de ello fueron las luchas del magisterio
y de los trabajadores ferrocarrileros entre 1958
y 1959.
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Al
hacer un estudio de las votaciones de la Cámara
de Diputados respecto de los proyectos de ley
enviados por el Ejecutivo durante el periodo 1935-1961,
tenemos la referencia: de 1935 a 1941, el 100%
de los proyectos fueron aprobados por unanimidad.
A partir de 1943 el 92%, en 1947 el 74%, en 1949
el 77%, el 59% en 1953, el 62% en 1955, el 95%
en 1959 y el 82% en 61. Ahora bien, en los proyectos
aprobados por la mayoría, los votos en contra
no representaron más del 5% de la votación total.
La
debilidad de los partidos de oposición se hacía
cada vez más evidente; sobre todo, en la integración
de la Cámara de Diputados. En el periodo que va
de 1955 a 1964, en el cual se eligieron tres legislaturas,
la oposición en conjunto obtuvo apenas 20 curules
de las 483 disputadas en ese lapso. Hacia principios
de los años sesenta era notorio que el sistema
de mayoría simple que imperaba para todas las
elecciones, amenazaba la permanencia de los partidos
de oposición.
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