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Estrictamente personal |
Raymundo Riva Palacio
El Universal Miércoles 08 de febrero de 2006 grafico |
En los 50, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), llegaba a actuar con tanta prepotencia que colocó como primer director de la ya desaparecida Dirección Federal de Seguridad, dependiente de la Secretaría de Gobernación, a una persona que tenía chantajeada, porque traficaba con mariguana. En los 60 llegó a ultimar a un importante diplomático soviético, cuya muerte figuró como accidente, y en los 70 encontró la forma práctica de pagar dinero a los policías políticos mexicanos para que antes de informar a sus jefes, le dieran toda la información y la CIA decidiera qué entregaba al gobierno mexicano. En los primeros años de la guerra fría dictaba los titulares de Excélsior, y utilizaba sus columnas para enviar mensajes a los agentes de la CIA. Reclutó periodistas en los principales diarios para que hicieran propaganda anticomunista, y financió grupos de extrema derecha para combatir todo pensamiento liberal. En los 50, con la ayuda de prominentes intelectuales mexicanos, estudió las propiedades del peyote para sus experimentos de control mental. Eran los tiempos en que cuando las transnacionales estadounidenses no podían competir con empresas mexicanas, las saboteaban. Durante mucho tiempo utilizó el Hotel María Isabel (hace algunos años propiedad de la cadena Starwood, que opera a Sheraton), como el lugar donde hospedaba a sus operadores y personajes estadounidenses, convirtiéndolo en un bunker a modo. Finalmente, sólo estaba del otro lado de la calle que se apropiaron en un barrio céntrico de la capital, en donde se encuentra la embajada de Estados Unidos y su inefable quinto piso, la sede de la CIA, en el país. Hoy el Sheraton María Isabel está en el origen de una controversia política-diplomática después de que la administración del hotel, por exigencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, amparado en una ley estadounidense, suspendiera un evento de empresarios cubanos y estadounidenses y desalojara completamente de sus instalaciones a los isleños. La expulsión de los cubanos de un negocio que al encontrarse en territorio mexicano debería obedecer y acatar únicamente a las leyes mexicanas, es una nueva afrenta a México y a su gobierno. El Departamento de Estado comentó este lunes que el Sheraton actuó de acuerdo con la ley estadounidense. Cuba ya protestó y pidió explicaciones al gobierno mexicano. Tiene razón. Aunque es un asunto entre particulares, la motivación, la injerencia de Washington y la extraterritorialidad jurídica son inaceptables. La Secretaría de Relaciones Exteriores está estudiando una sanción al hotel, aunque bastaría con que la Procuraduría Federal del Consumidor revisara la afrenta -mediante denuncia-, con lo cual, soñemos, le pusiera unos sellos de clausurado al hotel durante un par de días para que escarmentaran aquellos que piensan que México es una extensión de las estrellas de la bandera estadounidense. El gobierno foxista está siendo duramente criticado porque se considera que su respuesta no sólo ha sido lenta, sino tímida. Es cierto. El gobierno más burdamente pro-norteamericano que ha tenido México en décadas, luce tan pusilánime como sorprendido. ¿Cómo sancionar a un hotel, cuya matriz es estadounidense, sin que el gobierno del presidente George W. Bush lo tome como una afrenta? El gobierno de Estados Unidos no deja de meter al mexicano en contradicciones y exhibir sus miserias. El presidente Vicente Fox, que abusa de ellas, está metido en esta controversia que sólo subraya décadas de entrega mexicana a Washington con el disfraz de haber mantenido una política soberana ante Estados Unidos frente a Cuba. Fox, sin embargo, no es distinto a anteriores presidentes que salieron del PRI. Toda la vida México ha sido una marioneta de Washington en la relación con Cuba. Inclusive, la parte más gloriosa de la diplomacia mexicana, tal y como lo proclaman, cuando México fue el único país que votó en contra de la expulsión de Cuba en la Organización de los Estados Americanos en 1964, es una farsa. Entre los entonces presidentes Gustavo Díaz Ordaz y Lyndon B. Johnson había un entendimiento secreto para que México no rompiera con Cuba, de tal forma que tanto Estados Unidos como los países latinoamericanos, tuvieran siempre un pie metido en la isla. Claro, para los estadounidenses ese pie significaba mucho más: espiar al régimen de Fidel Castro. El gobierno mexicano siempre ha tenido una doble moral con Cuba: públicamente se dice soberano y distante de Washington, pero, en secreto, hace lo que le manda Estados Unidos. Fox no ha sido diferente. O más bien, casi no ha sido diferente. Lo más importante de Fox es que la genuflexión dejó de hacerla en secreto y lo hace ahora a ojos de todos. Esto no es ningún consuelo, pero, cuando menos, los engaños legendarios están dejando de serlo. rriva@eluniversal.com.mx r_rivapalacio@yahoo.com |
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