En el Hotel Sheraton se modeló la
tragicomedia que se desarrolla entre Cuba y Estados Unidos.
Por un lado Cuba dicta el guión con la lógica dictatorial de
una soberanía nacional y por otro lado Washington responde con
una lógica que defiende la soberanía de sus ciudadanos contra
los abusos de otros gobiernos. Debido a que Cuba desprecia la
soberanía de las personas, cerca de 1960 decretó una
expropiación sin indemnización, a lo que EU responde con un
embargo y una ley confiscatoria.
La Revolución de Fidel Castro no es la causa principal de
este conflicto, porque al defenestrar a Fulgencio Batista
podría haber imperado un régimen democrático, respetuoso de
los derechos humanos de cubanos y extranjeros. Se podrían
haber restaurado las libertades políticas, protegiendo los
derechos de propiedad, así como fomentado la libre competencia
entre los partidos políticos, las empresas y sus habitantes.
De ese modo, el ciudadano cubano podría haber reconquistado su
poder y su libertad.
Pero no fue así, Fidel y sus compinches cosecharon enorme
poder popular que utilizaron a su capricho. Culparon a Estados
Unidos de todos los males y dejaron que los comunistas rusos
se metieran hasta la cocina. Pronto empezaron las
nacionalizaciones y expropiaciones de propiedades particulares
de ciudadanos americanos. Ojo, Hugo Chávez y Evo Morales
podrían repetir toda esta saga.
El gobierno de Estados Unidos es garante en todo el mundo
de los derechos de sus ciudadanos. Fidel Castro expropió sin
indemnizar a todos los americanos sin importar si se
beneficiaron con Batista o no. Así Fidel se posicionó como un
vil ratero ante los afectados americanos y sobre todo ante la
justicia americana. Miles de ciudadanos americanos perdieron
apartamentos, casas, ranchos y empresas y todavía reclaman la
justa compensación por lo expropiado.
Si el gobierno americano sin audiencia ni culpa confiscara
propiedades de mexicanos en EU, México trataría de defender y
recuperar dichas propiedades, como hoy defiende en EU el abuso
a los derechos humanos de los migrantes.
Los que no aceptan estas premisas comprobables por la
historia de ambos países, entonces, se sienten agraviados por
el maltrato gringo hacia Fidel. Ni los gringos ni los cubanos
de Fidel son inocentes palomitas. Los americanos tienen muchos
negros pecados pasionales en su cuenta, pero conservadores y
liberales votaron por la ley Helms-Burton porque organiza
abiertamente la respuesta a la provocación cubana de 1960.
El Departamento del Tesoro está obligado a avisarles a sus
ciudadanos americanos que no pueden hacer negocios con bienes
expropiados. En el Sheraton el verdadero aviso
fuerte fue para los americanos reunidos porque nunca podrían
recibir dinero marcado como robado.
Muchas propiedades, oro y obras de arte expropiadas por
Adolfo Hitler se han recuperado y devuelto a los herederos de
sus legítimos dueños después de más de 50 años de haber
sucedido esa expropiación sin indemnización. La odiosa ley
Helms-Burton confisca lo que puede y prohíbe la entrada a
Estados Unidos a cualquier persona que trafique con bienes
robados.
Menos mal que Lázaro Cárdenas indemnizó en 20 años el monto
de la expropiación petrolera, ojalá que los perredistas
aprecien eso. Aunque por otro lado, Lázaro Cárdenas expropió
tierra a muchas familias mexicanas y no respetó ningún derecho
de propiedad.
La democracia formal exige que la propiedad personal sea
protegida contra los abusos de cualquier autoridad. La mayoría
de los mexicanos todavía piensan que toda propiedad personal
debe supeditarse sin chistar al interés colectivo y que la
soberanía de un país está por encima de la soberanía personal;
eso les impide entender el sainete del Sheraton bajo la
perspectiva americana.
Pero los gringos son toscos y el corporativo del Sheraton brutalmente
expulsó a los cubanos ahí reunidos. Podrían, por ejemplo,
haber entregado una carta personal a los americanos en el
momento de la reunión. Para mí es claro que ningún hotel tiene
la obligación de aceptar huéspedes que considera que
representan una organización que paga con dinero robado y
marcado.
Si los perredistas consideran que Fidel no ha cometido
ninguna falta, entonces indicaría un grave desprecio a la
propiedad privada de cualquier ciudadano de cualquier país. El
gobierno mexicano está obligado a multar al Sheraton y defender a los
expulsados tanto cubanos como americanos. Ojalá que los
expulsados, en tal caso, demanden civilmente al Sheraton.
Las perredistas siempre son festejados por los funcionarios
cubanos y ahora pelan los dientes en defensa de sus cuates. Si
por odio logran cerrar al Sheraton, el PRD nos
metería a la trinchera cubana. Si los perredistas dejaran de
ser banqueteros resentidos y pensaran como estadistas a nivel
mundial, negociarían mediar entre Cuba y EU para lograr una
liquidación formal a 20 años de plazo del viejo adeudo con el
fin inmediato del embargo y la derogación de la ley
Helms-Burton.