El incidente del Hotel María Isabel Sheraton es una llamada
de atención, un recordatorio, de la fuerza que tiene el
conservadurismo estadounidense. También confirma que nuestros
gobernantes están desconcertados ante el fenómeno.
La revolución conservadora tiene expresiones variadas. Una
de ellas es la arrogancia de quien se considera el garante de
la paz y la democracia en el mundo y cree tener el derecho
para decidir cuándo y cómo usar la fuerza militar o la
tortura. Peter Hakim resume la actitud en un ensayo para
Foreign Affairs (enero/febrero 2006), Washington "rara vez
consulta con otros, acepta compromisos con dificultad y
reacciona mal cuando otros lo critican o se le oponen".
El gobierno de Bush es espejo del sentir y pensar de una
parte bien importante de la sociedad. Según algunas encuestas,
casi la mitad de la población estadounidense respalda al
movimiento religioso que está expulsando de las aulas las
tesis de Darwin sobre la evolución. Inquieta que el país con
la comunidad científica más productiva del planeta esté
educando a una parte de su juventud con explicaciones
provenientes de una religiosidad fundada en la lectura literal
de las Escrituras.
Al mismo tiempo erigen murallas físicas y burocráticas que
dificultan el ingreso a Estados Unidos. Ante el vía crucis que
supone obtener una visa, va cayendo el número de estudiantes e
investigadores que van a las universidades o centros de
investigación estadounidenses. La tendencia ha llevado a la
revista científica Nature, al New York Times y a Newsweek a
publicar señales de alerta porque los estudiantes extranjeros
además de pagar cuantiosas colegiaturas son indispensables en
la generación de conocimiento y la producción de patentes que
alimentan su aparato productivo. En los últimos años, los
científicos del futuro están eligiendo a Europa, el Pacífico
(Australia y Nueva Zelanda), China y otros países de Asia. Un
porcentaje indeterminado de ellos probablemente toma en cuenta
el clima antiintelectual en algunos sectores y regiones de
Estados Unidos.
El rechazo va creciendo. De acuerdo con encuestas de Pew y
Ekos, el 64 por ciento de canadienses y el 72 por ciento de
mexicanos tenían en el 2002 una opinión positiva de Estados
Unidos; en el 2005 la cifra se había desplomado a 36 por
ciento. ¡Una caída de 30 puntos en un trienio! El resto del
hemisferio comparte el sentimiento: el 86 por ciento de los
latinoamericanos, según una encuesta de Zogby, desaprueba la
política exterior de la potencia.
Un buen número de gobiernos se han sintonizado con el
sentir social. De los 34 países que tiene América Latina y el
Caribe, sólo siete respaldaron a Washington en su aventura en
Iraq; la potencia fracasó en su intento por decidir quién
sería secretario general de la Organización de Estados
Americanos; y Brasil y Argentina se han liberado del yugo del
Fondo Monetario Internacional que fue el instrumento usado por
Washington para imponer políticas neoliberales tan nocivas
para las mayorías.
En este contexto hay que ubicar el caso del Sheraton, que
condensa la majadera actitud de quienes dictan lo que se debe
hacer en nuestro territorio. La respuesta del gobierno federal
mexicano ha sido tardía, endeble y timorata. Ante el manotazo
grosero, Tlatelolco respondió con titubeos y discursos en
lugar de aprovechar a los juristas que el país tiene para
elaborar una respuesta política, intelectual y moralmente
digna. El contrapunto y ejemplo sería la demanda interpuesta
por el gobierno ante la Corte Penal Internacional para
defender los derechos de los mexicanos condenados a muerte.
Obtuvimos un fallo favorable con un método que nos blindó
frente a los exabruptos de la potencia.
La izquierda que gobierna la capital respondió clausurando
el Sheraton. Una reacción positiva pero manejada como un
berrinche irracional. Si la delegación Cuauhtémoc clausuró el
hotel por irregularidades administrativas, ¿tuvo que darse un
incidente internacional para que enviara sus inspectores a
descubrirlas? En lugar de aprovechar el momento para armar un
buen razonamiento, evidenciaron el desorden en la
administración capitalina. Es natural que la izquierda
mexicana ponga distancia frente a Estados Unidos, pero podría
hacerlo apoyándose en el conocimiento, las leyes, la razón y
los principios; ésos son los mejores instrumentos para
enfrentar la irracionalidad.
El Sheraton mostró que la izquierda perredista carece de
una estrategia para manejar el conservadurismo que fluye del
norte. Eso puede ser grave porque el camino a Los Pinos exige
tomar en cuenta el factor externo. Es cierto que la elección
la haremos los mexicanos, pero Washington puede hacer la vida
difícil a Andrés Manuel López Obrador porque, nos guste o no,
hay infinidad de interconexiones entre las economías y
sociedades.
La geopolítica nos impuso un complicado crucigrama que
periódicamente se modifica. ¿Qué hacer frente al
conservadurismo estadounidense? Lo más obvio es aceptar un
hecho que nos afectará de múltiples formas. Washington actuará
unilateralmente e intentará dictarnos el deber ser; tenemos
que responder reivindicando el derecho a decidir por nosotros
mismos apalancándonos, para ello, en la legitimidad que la
democracia concede e intentando aislar, en la medida de lo
posible, las relaciones económicas y demográficas.
Simultáneamente, tendríamos que fortalecer la relación con
América Latina que abandona los absolutos y experimenta y
observa modelos alternativos como el europeo. El espacio para
el cambio es muy propicio porque, oh paradojas de la historia,
el país más poderoso de la historia ha ido perdiendo
gradualmente su influencia.
El momento le impone a la clase política mexicana el reto
de elaborar una estrategia adecuada al cambio tan profundo que
vive Estados Unidos. Más vale que se apresuren porque la
derechización del vecino país va para largo.
La Miscelánea
Es igualmente irracional la cantidad de recursos públicos
que reciben los partidos. Ante ello, una coalición de
ciudadanos y organismos civiles impulsamos una campaña para
reunir un millón de firmas para exigir a la Cámara de
Diputados que reduzca en un 50 por ciento la cantidad de
dinero público entregada a los partidos. En el caso del
Distrito Federal la recolección de firmas servirá para
presentar una iniciativa formal ante la Asamblea Legislativa.
Para mayor información visitar la página:
www.propuestacivica.org.mx
Comentarios: sergioaguayo@infosel.net.mx