Sergio Aguayo Quezada / Irracionalidades



Reforma

(15 Febrero 2006).-

El incidente del Hotel María Isabel Sheraton es una llamada de atención, un recordatorio, de la fuerza que tiene el conservadurismo estadounidense. También confirma que nuestros gobernantes están desconcertados ante el fenómeno.

La revolución conservadora tiene expresiones variadas. Una de ellas es la arrogancia de quien se considera el garante de la paz y la democracia en el mundo y cree tener el derecho para decidir cuándo y cómo usar la fuerza militar o la tortura. Peter Hakim resume la actitud en un ensayo para Foreign Affairs (enero/febrero 2006), Washington "rara vez consulta con otros, acepta compromisos con dificultad y reacciona mal cuando otros lo critican o se le oponen".

El gobierno de Bush es espejo del sentir y pensar de una parte bien importante de la sociedad. Según algunas encuestas, casi la mitad de la población estadounidense respalda al movimiento religioso que está expulsando de las aulas las tesis de Darwin sobre la evolución. Inquieta que el país con la comunidad científica más productiva del planeta esté educando a una parte de su juventud con explicaciones provenientes de una religiosidad fundada en la lectura literal de las Escrituras.

Al mismo tiempo erigen murallas físicas y burocráticas que dificultan el ingreso a Estados Unidos. Ante el vía crucis que supone obtener una visa, va cayendo el número de estudiantes e investigadores que van a las universidades o centros de investigación estadounidenses. La tendencia ha llevado a la revista científica Nature, al New York Times y a Newsweek a publicar señales de alerta porque los estudiantes extranjeros además de pagar cuantiosas colegiaturas son indispensables en la generación de conocimiento y la producción de patentes que alimentan su aparato productivo. En los últimos años, los científicos del futuro están eligiendo a Europa, el Pacífico (Australia y Nueva Zelanda), China y otros países de Asia. Un porcentaje indeterminado de ellos probablemente toma en cuenta el clima antiintelectual en algunos sectores y regiones de Estados Unidos.

El rechazo va creciendo. De acuerdo con encuestas de Pew y Ekos, el 64 por ciento de canadienses y el 72 por ciento de mexicanos tenían en el 2002 una opinión positiva de Estados Unidos; en el 2005 la cifra se había desplomado a 36 por ciento. ¡Una caída de 30 puntos en un trienio! El resto del hemisferio comparte el sentimiento: el 86 por ciento de los latinoamericanos, según una encuesta de Zogby, desaprueba la política exterior de la potencia.

Un buen número de gobiernos se han sintonizado con el sentir social. De los 34 países que tiene América Latina y el Caribe, sólo siete respaldaron a Washington en su aventura en Iraq; la potencia fracasó en su intento por decidir quién sería secretario general de la Organización de Estados Americanos; y Brasil y Argentina se han liberado del yugo del Fondo Monetario Internacional que fue el instrumento usado por Washington para imponer políticas neoliberales tan nocivas para las mayorías.

En este contexto hay que ubicar el caso del Sheraton, que condensa la majadera actitud de quienes dictan lo que se debe hacer en nuestro territorio. La respuesta del gobierno federal mexicano ha sido tardía, endeble y timorata. Ante el manotazo grosero, Tlatelolco respondió con titubeos y discursos en lugar de aprovechar a los juristas que el país tiene para elaborar una respuesta política, intelectual y moralmente digna. El contrapunto y ejemplo sería la demanda interpuesta por el gobierno ante la Corte Penal Internacional para defender los derechos de los mexicanos condenados a muerte. Obtuvimos un fallo favorable con un método que nos blindó frente a los exabruptos de la potencia.

La izquierda que gobierna la capital respondió clausurando el Sheraton. Una reacción positiva pero manejada como un berrinche irracional. Si la delegación Cuauhtémoc clausuró el hotel por irregularidades administrativas, ¿tuvo que darse un incidente internacional para que enviara sus inspectores a descubrirlas? En lugar de aprovechar el momento para armar un buen razonamiento, evidenciaron el desorden en la administración capitalina. Es natural que la izquierda mexicana ponga distancia frente a Estados Unidos, pero podría hacerlo apoyándose en el conocimiento, las leyes, la razón y los principios; ésos son los mejores instrumentos para enfrentar la irracionalidad.

El Sheraton mostró que la izquierda perredista carece de una estrategia para manejar el conservadurismo que fluye del norte. Eso puede ser grave porque el camino a Los Pinos exige tomar en cuenta el factor externo. Es cierto que la elección la haremos los mexicanos, pero Washington puede hacer la vida difícil a Andrés Manuel López Obrador porque, nos guste o no, hay infinidad de interconexiones entre las economías y sociedades.

La geopolítica nos impuso un complicado crucigrama que periódicamente se modifica. ¿Qué hacer frente al conservadurismo estadounidense? Lo más obvio es aceptar un hecho que nos afectará de múltiples formas. Washington actuará unilateralmente e intentará dictarnos el deber ser; tenemos que responder reivindicando el derecho a decidir por nosotros mismos apalancándonos, para ello, en la legitimidad que la democracia concede e intentando aislar, en la medida de lo posible, las relaciones económicas y demográficas.

Simultáneamente, tendríamos que fortalecer la relación con América Latina que abandona los absolutos y experimenta y observa modelos alternativos como el europeo. El espacio para el cambio es muy propicio porque, oh paradojas de la historia, el país más poderoso de la historia ha ido perdiendo gradualmente su influencia.

El momento le impone a la clase política mexicana el reto de elaborar una estrategia adecuada al cambio tan profundo que vive Estados Unidos. Más vale que se apresuren porque la derechización del vecino país va para largo.

 

 

La Miscelánea

 

 

Es igualmente irracional la cantidad de recursos públicos que reciben los partidos. Ante ello, una coalición de ciudadanos y organismos civiles impulsamos una campaña para reunir un millón de firmas para exigir a la Cámara de Diputados que reduzca en un 50 por ciento la cantidad de dinero público entregada a los partidos. En el caso del Distrito Federal la recolección de firmas servirá para presentar una iniciativa formal ante la Asamblea Legislativa. Para mayor información visitar la página: www.propuestacivica.org.mx

 

 

Comentarios: sergioaguayo@infosel.net.mx

 




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