De decreto por el que se adiciona un parrafo noveno al articulo 4 de la Constitucion Politica de los Estados Unidos Mexicanos para elevar a rango constitucional los derechos fundamentales de las personas adultas mayores, suscrita por las diputadas Laura Pavon Jaramillo y Olga Margarita Uriarte Rico, del grupo parlamentario del PRI, y presentada por la segunda en la sesion de la Comision Permanente del miercoles 12 de febrero de 2003     Versión para Imprimir

Nosotras, las que suscribimos, diputadas a la LVIII Legislatura del H. Congreso de la Unión, integrantes del grupo parlamentario del Partido Revolucionario Institucional, con fundamento en lo dispuesto por los artículos 71, fracción II, y 72 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como de los artículos 55, fracción II, 56, 62 y 64 del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, nos permitimos presentar, la siguiente iniciativa de decreto por el cual se adiciona un párrafo noveno, al artículo 4 de nuestra Constitución Política, con base en la siguiente:

Exposición de Motivos

Desde tiempos remotos, la prolongación de la vida ha sido una de las metas de la humanidad. Hoy día, en casi todos los países del mundo, la esperanza de vida al nacer ha aumentado considerablemente produciéndose un incremento de la proporción de adultos mayores en la comunidad.

Las exigencias de la vida moderna y la dinámica de las sociedades contemporáneas nos han colocado en una encrucijada de la cual no ha sido fácil salir; pues hoy se pone el énfasis en todo, menos en lo verdaderamente importante: las personas. Al ser humano de hoy no se le valora, se le mide en términos de productividad y rendimiento, y en ese sentido resulta abominable observar con qué facilidad éste puede ser desechado en cualquier momento.

Esta pavorosa tendencia de cosificar al ser humano, de darle trato de herramienta, de darle un sentido de utilidad, de jugar con él al “hoy me sirves, mañana no; ahora te tomo en cuenta, después te ignoro, te invisibilizo y hasta te deshecho”; prácticas que han hecho de esta tendencia una de la que más ha vulnerado sus exigencias y demandas.

El envejecimiento poblacional constituye el cambio demográfico más trascendental que enfrenta el mundo en el nuevo milenio y concomitantemente el bienestar de la población anciana deberá ser una de las prioridades de la sociedad actual. Mientras que en el siglo pasado el principal problema de salud pública fue la supervivencia de la población, en el presente, la mayor preocupación es la calidad de vida. Lo anterior debido a que el crecimiento económico no ha ido a la par con las circunstancias y demandas de la sociedad, lo cual exige un ajuste en las políticas económica y social de los distintos gobiernos, las cuales respondan a las necesidades de los grupos con mayor vulnerabilidad y entre éstos el de los adultos mayores.

Algunos expertos han señalado al envejecimiento como un proceso que inicia con la concepción y dura toda la vida, por lo cual es necesario conocer al respecto, no sólo los aspectos biológicos, incluyendo los vinculados con la herencia, sino también la influencia del medio ambiente y especialmente de los factores emocionales relacionados con la salud mental, el estilo de vida y las implicaciones culturales de cada individuo, lo cual exige un abordaje multidisciplinario para el estudio del adulto mayor.

A principios del siglo pasado surge la gerontología como una disciplina que pretende integrar los conocimientos de ramas como la medicina, enfermería, psicología, economía, derecho, arquitectura, etcétera, que convergen hacia un solo objetivo: “el envejecimiento, sus causas, efectos y consecuencias en el ser humano”; derivándose cuatro grandes paradigmas: la biología del envejecimiento, los procesos patológicos (creándose una nueva rama de la medicina: la geriatría); los cambios psíquicos que traen consigo la involución física del organismo, aquello que viene como consecuencia de la declinación en las capacidades de actividad y recreatividad que originan el carácter tan especial del adulto mayor con tendencia franca a la depresión y que a su vez se convierten en factores aceleradores de envejecimiento. En la actualidad está perfectamente demostrado que los factores psicológicos conductuales e intelectuales son más decisivos que la edad misma, tanto en el envejecimiento como en la calidad de vida. Factores psicológicos negativos como las tensiones, inactividad, marginación, rechazo, problemas económicos, y el estrés derivado, afectan la calidad de vida y aceleran la involución del organismo.

Por el contrario, llevando una vida física y mental activa, participativa de las acciones y decisiones en lo cotidiano y en lo importante, el apoyo de una red familiar y social preparada, plenifica las capacidades cognitivas del adulto mayor, mejorando no sólo la autopercepción sino inclusive coadyuvando a la integración de un sistema social más productivo, incluyente y justo; finalmente el cuarto paradigma, que está muy vinculado con el anterior, se trata de la integración y participación del adulto mayor en la sociedad incluyendo las esferas económicas, jubilatoria, jurídica de vivienda, alimentación, ocupación, seguridad social, asistencia, entre otras. El adulto mayor por su “aparente pérdida de actividad y capacidad productiva” ha sido marginado y desplazado socialmente haciendo de este sector de la población el más pobre y dependiente.

Actualmente la gerontología no está preocupada por explicar el proceso del envejecimiento digno y productivo, en tanto que considera indispensable resarcir el valor de la salud y la riqueza material e intelectual del adulto mayor. A esta labor de la gerontología debemos unirnos gobierno y sociedad para enfrentar el reto antes mencionado del envejecimiento demográfico de la población a nivel mundial, hay que recordar que las acciones que se emprenden en el presente serán pilares de una sociedad sana en el mañana.

Particularmente en la sociedad mexicana existen dos problemas que hay que atacar en torno a la población de adultos mayores. Por un lado la escasez de empleo y la marginación de la que es objeto el anciano, y por otro el maltrato y el desplazamiento de este grupo de las esferas de integración, como son la laboral, familiar, política, y cultural.

La discriminación puede ser directa e indirecta. Directa es aquella en forma de violencia física, arrebatos a la salida de bancos, empujones, pellizcos, abandono físico aún por los mismos familiares o cuidadores. Indirecta seria la violencia moral en forma de segregación, indiferencia, aislamiento, desprecio, insultos, desamparo. También en forma indirecta son los malos sistemas de salud, largas esperas para atenciones médicas, análisis, operaciones, encarecimiento de medicamentos y su disminución en la lista de descuentos, inserción obligada en contra de su voluntad en establecimientos geriátricos, mal alimentados, descuidados y abandonados por parientes; según estadísticas, uno de cuatro internados dejan de ser visitados bajo pretexto de otras ocupaciones, largas colas para percibir haberes, trámites, pagos, sin comodidades a veces a la intemperie haga frío o calor, y le podemos sumar falta de rampas en oficinas y comercios con escaleras imposibles de subir por limitaciones físicas y así continuamos y larga sería la lista para enumerar.

La sociedad consumista quiere a todos jóvenes dinámicos triunfadores, hay que esconder las arrugas, tapar las canas; como si de repente el paso de los años habría que ocultarlo como una vergüenza y no como un triunfo de la vida, sin darse cuenta que el que llega a edad avanzada le ha ganado batalla a la vida, ha triunfado sobre toda vicisitud física y moral y por lo tanto desea plenamente disfrutar de toda esa experiencia como realmente se lo merece. Además se asocia la vejez a la muerte cercana y en realidad la negamos, nadie quiere morir aún cuando sea irreversible, por eso hay que ocultar a los viejos muy deteriorados o segregarlos en centros de jubilados y evitar así el contagio de la vejez.

Por esa razón, un gobierno no debe escatimar esfuerzos en procurar que sus ancianos tengan una forma de vida de la mejor calidad posible.

Hay que entender que la vejez no es la etapa final del hombre ni de la mujer, sino más bien el más noble de los destinos del género humano, acompañado de una vida sana, para una mejor posibilidad de realización y adaptación dentro del contexto social y familiar.

Por las razones anteriormente expuestas ponemos en consideración el siguiente:

Proyecto de Decreto

Artículo Primero. Se adiciona un párrafo noveno, al artículo 4 de la Constitución Política, para quedar de la siguiente manera:

Artículo 4.

El Estado promoverá lo necesario para que las personas adultas mayores tengan la alimentación, salud, vivienda y cultura adecuadas y promoverá el mejoramiento de sus condiciones de vida, en los términos que disponga la ley.

Artículo Transitorio

Unico.‑ El presente decreto entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Diario Oficial de la Federación.

Palacio Legislativo de San Lázaro,
a 12 de febrero de 2003.

Diputadas: Laura Pavón Jaramillo, Olga Margarita Uriarte Rico (rúbricas).

(Turnada a la Comisión de Puntos Constitucionales. Febrero 12 de 2003.)