Que reforma la Ley Organica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, presentada por el diputado Jose Manuel del Rio Virgen, de CDPPN, en la sesion del miercoles 20 de marzo de 2002.     Versión para Imprimir

Exposición de Motivos

Quienes pensaron que la alternancia presidencial en el poder era bastante, para cortar de tajo y para siempre nuestros males se equivocaron. En ningún país del mundo que alegue defender la democracia, es suficiente el simple cambio de partido en el poder para acceder plenamente a las transiciones políticas nacionales, complementadas por una gran y extraordinaria convergencia de las fuerzas políticas existentes, sean mayoritarias o las tradicionalmente excluidas.

El cambio no es simplemente votar por un partido diferente al que gobierna en turno, va más allá. El cambio debe inspirarse precisamente, en alejar de la vida nacional todo vestigio de autoritarismo y arrogancia presidencial que mantuvo al Poder Legislativo y al Judicial en muchas ocasiones sojuzgado y en el mejor de los casos a su merced.

El 6 de julio del 2000 la sociedad votó diferente para darse nuevamente el legítimo derecho de exigir se respete la Constitución federal. La violación a la división de poderes inscrita en el artículo 49 constitucional y, la de protestar, guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos encontrada en el artículo 87 constitucional, fue en el fondo el motivo final de que el escenario político nacional diera un giro inédito en el país. Así se presentó un nuevo rostro del Ejecutivo federal y construyose una nueva composición del Congreso de la Unión, que dio cabida a nuevas fuerzas políticas y sentó las bases de una incipiente pero fortalecida correlación de fuerzas nacionales.

La era monárquica del presidencialismo mexicano a ultranza, ha estado casi a punto de desaparecer. Sin embargo, seguidores y esbirros ante la obsesión por el poder fatuo, desde diversos escenarios la alimentan para presentarla nuevamente como una forma de complementar política e impunidad.

El presidente rey que pensamos había abandonado a un reino que en lugar de gobernarlo lo sojuzgó, seguirá vivo, y fortaleciéndose por una parte, si no arrancamos de nuestro sistema presidencial todas y cada una de esas facultades metaconstitucionales que aun predominan.

Por otra parte, el presidente monarca seguirá vivo sino desterramos para siempre todo rito existente  que ha hecho del Ejecutivo federal y sus actos de gobierno, una verdadera rendición al culto casi mítico que llegó incluso a suponerlo un semidiós.

En efecto, durante muchos años el Ejecutivo fue un gran dispensador de los cargos públicos y políticos lo que motivó que muchos de sus seguidores en forma discreta o por demás pública, adularan hasta el cansancio toda actividad proveniente del Ejecutivo federal, incluso hasta sus propios errores ofensivos para el país.

En el pasado inmediato recordamos los actos masivos estratégicamente planeados para que el Ejecutivo federal llegase a sentir de alguna u otra forma el apoyo o refrendo del pueblo mexicano a su gobierno.

Llegó al grado la obcecación por la adulación, que en un acto republicano del Congreso como lo es la apertura de sesiones ordinarias del mismo, el Presidente de la República no sólo presentara por escrito un informe sino que lo leyera, lo que en estricto sentido no ha resultado tan malo para el país.

Pero a cambio de este acto durante muchos años, indistintamente se utilizó este acto para establecer cada primero de septiembre una especie de culto y pleitesía al Ejecutivo federal, que fue acompañada de verbenas populares, miles de metros de vallas humanas, hasta el recibimiento a estas puertas del Palacio Legislativo como el mayor símbolo de autoritarismo presidencial.

Es cierto que los tiempos han cambiado y que el ejecutivo ya no desfila por las calles saludando a miles de acarreados y prácticamente asfixiado por la caída de confeti multicolor. Hoy esos actos han quedado prácticamente atrás.

Pero en el fondo siguen vivos por que no hemos sido capaces de acotar constitucional y jurídicamente todas las facultades extra legales del presidente, así como los actos a los cuales asiste que se encuentra intactos, casi intocables como si quisiéramos mantenerlos vivos renegando de ellos.

Un ejemplo de esto es, que a la apertura de sesiones del Congreso de la Unión, cuando el Ejecutivo presenta por escrito un informe anual de su gestión, el acto en sí ratifica los esquemas del pasado que decimos hoy ya no existen.

Pero cómo entender que las cosas han cambiado si el formato de la apertura de sesiones del Congreso sigue siendo el mismo, absolutamente el mismo, con el cual el Presidente culmina o inicia un año más de actividades, qué hace de este acto del pueblo mexicano, un acto del ejecutivo federal, porque las fuerzas representadas en el Congreso exponen sus posicionamientos de partido sin la presencia del Ejecutivo federal, ya que así lo ha dispuesto sin modificarlo la propia Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos.

El artículo séptimo de la citada ley, establece en su numeral segundo, entre otras cosas que “antes del arribo del Presidente de la República hará uso de la palabra un legislador federal por cada uno de los partidos políticos que concurran, representados en el Congreso”.

Esto significa que los legisladores oradores presentan los posicionamientos de sus partidos sin la presencia del Presidente de la República, que aunque no demerita en sentido estricto el acto de apertura de sesiones del Congreso, tampoco lo hace realmente democrático y republicano.

No podemos entender que en un país que se dice plural y democrático donde el Congreso dispone, el Ejecutivo no escuche de viva voz, cara a cara como lo demanda la sociedad, los posicionamientos de los partidos políticos representados en el Congreso.

Como todos sabemos el Presidente llega minutos después de que los partidos fijan sus puntos de vista para adueñarse del escenario, como si fuera un acto que ratificara la presidencia imperial que tanto daño nos causó.

Por ello, es prudente cambiar el formato del primero de septiembre de cada año para que el Presidente además de asistir y dar un informe a la nación, esté presente en la sesión de apertura del Congreso y escuche los posicionamientos de los partidos políticos además de abrirse un debate plural y respetuoso que sólo se da cuando los Poderes de la Unión son simplemente republicanos.

Por lo anteriormente expuesto y de conformidad con el artículo 71 constitucional y demás relativos, así como los artículos 55 al 58 del Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, someto a la consideración de este H. Congreso de la Unión la siguiente iniciativa de reforma a la Ley Orgánica del Congreso en los siguientes términos:

Dice:

Artículo 7º.

1.- …

2.- Antes del arribo del Presidente de la República hará uso de la palabra un legislador federal por cada uno de los partidos políticos que concurran, representados en el congreso.

Debe decir:

Artículo 7º. …

1.- …

2.- Antes de la intervención del Presidente de la República hará uso de la palabra un legislador federal por cada uno de los partidos políticos que concurran, representados en el Congreso. Además deberá abrirse por una sola vez una ronda de preguntas y respuestas por parte de los oradores al Ejecutivo federal en los términos que se fijen para este caso.

Dado en el Palacio Legislativo de San Lázaro a los 20 días del mes de marzo de 2002.

Dip. José Manuel del Río Virgen


(Turnada a la Comisión de Reglamentos y Prácticas Parlamentarias. Marzo 20 de 2002.)