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Detrás de la Noticia

La Corte en su laberinto

 


A Ofelia Guilmáin y a Juan, Mona, Lucía y Esther.

El debate por el Presupuesto es fundamental. El conflicto entre el Presidente de la República y la Cámara de Diputados está definiendo el país que queremos ser para el futuro inmediato: un gobierno presidencialista a ultranza o un régimen más cercano al parlamentarismo.

Cada vez está más claro lo que ya era obvio; quien decide sobre el presupuesto manda y gobierna; los dineros del país son el instrumento más importante para gobernar. Lo demás son buenos deseos y retórica inútil. De ese tamaño es la confrontación entre Legislativo y Ejecutivo, con el arbitraje del Judicial.

El centro del pleito está en la interpretación del texto constitucional. Anteriormente, según el artículo 74, fracción cuarta, la Cámara de Diputados "examinaba, discutía y aprobaba" o no aprobaba el presupuesto que le enviaba el presidente. Pero resulta que esta disposición fue reformada recientemente durante el presente régimen. Y dice ahora que, además de examinar y discutir el presupuesto, la Cámara de Diputados puede "modificar" el proyecto enviado por el presidente. Acierta el eminente constitucionalista Clemente Valdés, al plantear el dilema en términos muy precisos: cuando la Constitución dice que los diputados pueden modificar el presupuesto, ¿esto quiere decir que pueden cambiarlo totalmente o únicamente que pueden modificarlo un poquito?

En pocas palabras, si la Cámara tiene la facultad de modificar sin límites el proyecto enviado por el presidente, esto significaría que puede cambiar totalmente el presupuesto. Y aunque en esta ocasión, los cambios afectan sólo 2% del presupuesto original, el pleito se ha enconado porque se trata de una prueba de fuerza política definitoria: es probablemente el primer signo del cambio más profundo en el sistema político mexicano de todos los tiempos.

En suma, la gran mayoría de los expertos coinciden en que, tal cual está ahora, el artículo 74 es contundente y no admite otra interpretación que la que hicieron los diputados. Por ello, establecen que tarde o temprano la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha de darle la razón al Poder Legislativo.

El problema es que esta polémica ha manchado ya la imagen de la Corte, porque nunca debió aceptar la controversia planteada por el presidente Fox. Peor aun, ya metidos en el laberinto de la incongruencia, los señores ministros han acumulado una serie de errores y contradicciones tan evidentes y escandalosos que han de ubicarse en el terreno de la sospecha. A ver, ¿cómo es posible que los 11 ministros hayan firmado un acuerdo basados en un Código de Instituciones y Procedimientos Federales que simple y llanamente no existe? Por eso, ha trascendido la inconformidad de varios de ellos que dieron un voto de confianza a su presidente que, por lo visto, no fue correspondido. También al interior de la Corte se ha exacerbado la discusión de lo que para algunos de sus miembros ha sido una falla imperdonable: el contrasentido de fallar la suspensión de varias partidas del presupuesto con el argumento de que el Legislativo invadió funciones del Ejecutivo ¿No es exactamente lo mismo que está haciendo la Corte al meterse en actos administrativos?

Los atropellos constitucionales son ya de tal magnitud que amenaza ya un cisma al interior de la Corte, donde hay quienes piensan que aún hay tiempo de rectificar la cadena de errores: resolver la controversia a favor del Legislativo y luego revocar todo el proceso, reconociendo los vicios de origen que dieron facultades inconstitucionales a los ministros de la Comisión de Receso, Salvador Aguirre Anguiano y José de Jesús Gudiño. Aunque también hay quienes piensan que es mejor quedar bien con el presidente aún a costa del deterioro del máximo tribunal del país. Al fin y al cabo los señores ministros nunca han disfrutado de tantos privilegios que, Vicente Fox les ha dejado muy claro, provienen de su magnanimidad.

Eso es precisamente otro factor que atenta contra la credibilidad de la Corte actual. Según informes confiables, su presidente Mariano Azuela tiene un sueldo neto de 283 mil pesos mensuales, que es absolutamente desproporcionado en un país como el nuestro y en el mundo entero. Pero si se añaden los bonos, las prestaciones médicas y de todo carácter, los seguros, los autos de lujo y toda suerte de canonjías, sus ingresos anuales rebasan los 6 millones de pesos y el promedio mensual supera el medio millón de pesos. Hasta donde se sabe, los otros ministros no andan muy lejos en percepciones. Y todavía en septiembre pasado, Fox propuso aumentarles aún mas el sueldo base: 445 mil mensuales para Azuela y 375 mil para los otros ministros. En opinión de no pocos observadores, se trata de una corrupción tan escandalosa como encubierta.

En síntesis, con el caso del presupuesto, la Corte se juzga a sí misma. Su fallo, no sólo le dará la razón a una de las partes sino que resolverá sobre la fortaleza moral de la propia Corte. Y su resolución nos dirá también si es capaz de recuperar el prestigio que alcanzó cuando fue presidida por Genaro Góngora Pimentel.

Por lo pronto, la Corte está tocada.

Ofelia que te quiero Ofelia/ Hoy es uno de esos días de invierno./ De sentimientos encontrados./ De frío y sol al mismo tiempo./ Tengo un dolor profundo por lo que pierden el teatro y la palabra... la literatura y la poesía, y el arte de decir y expresar de Ofelia Guilmáin./ Tengo también un pesar contenido y rabioso porque no volveré a verla; como a esa entrañable hermana mayor que fue desde siempre. Para soñar y construir juntos sueños Para Gente Grande. O para reírnos a carcajadas de la vida. O para llorar con los versos de alguno de nuestros poetas entrañables. Tengo también, sin embargo, una inmensa alegría... un gozo privilegiado y egoísta./ El de haberla conocido y estrechado./ El de haber aprendido con ella./ El de quererla tanto... tanto./ Que ahora, en el corazón me cabe todo un gran aplauso.

 

 

 

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