RESUMEN EJECUTIVO
A lo largo de los casi dos siglos de nuestra historia independiente, los mexicanos nos hemos visto inmersos en una lucha, a menudo sangrienta, por encontrar un sistema adecuado a nuestra idiosincrasia que pudiera permitir el desarrollo social y económico de la nación.
Nuestros héroes mayores han pugnado por establecer en nuestro país un régimen democrático de carácter parlamentario: Hidalgo, Morelos, Zapata, entre otros, buscaron instituir, a su modo, ese sistema de gobierno.
La Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana estuvieron impregnadas de esas ideas. Morelos, los constituyentes de 1857, Madero, Zapata, los convencionistas y un grupo de constituyentes de 1917 quisieron impulsar al país por otro rumbo, pero los realistas, Porfirio Díaz, Huerta y Carranza lograron imponer al gobierno autoritario y despótico en nuestro país.
En diciembre de 1916, a pesar de haberse formado un congreso constituyente que excluía a amplios sectores del movimiento revolucionario encabezados por Villa y Zapata, un numeroso grupo de diputados presentó una iniciativa para limitar las facultades del Ejecutivo. Desgraciadamente se trató de una iniciativa tardía y no pudo siquiera dictaminarse. Un año después, en la XXVII Legislatura, se presentó una iniciativa más de reforma constitucional que planteaba la instauración del régimen parlamentario, como alternativa al presidencialismo; sin embargo, se presentó en un momento en que el caudillismo reprimía las mejores intenciones democráticas, y fue rechazada. En la siguiente legislatura se presentó una nueva iniciativa del parlamentarismo, pero tampoco fructificó, historia que se repitió en la XXIX Legislatura. Las iniciativas del régimen parlamentario no se encontraban desvinculadas de las posibilidades y de las experiencias democráticas de nuestra historia, como puede observarse en las exposiciones de motivos; sin embargo, las condiciones en las que se presentaron eran adversas. Los argumentos para rechazarlas, que en el caso del Congreso Constituyente podrían parecer válidas en ese momento, posteriormente no tenían fundamento.
La caracterización elaborada por el ilustre maestro Antonio Martínez Báez permite entender correctamente el parlamentarismo: "…un presidente de la república, en el gobierno parlamentario, es sólo un poder moderador. Quien gobierna no es el jefe del Estado sino un Comité de Delegados del Parlamento, que son los ministros que integran el Gabinete. En los regímenes parlamentarios, quien gobierna es el parlamento, a través del gabinete"
Cabildeo viene de cabildo, es decir, el lugar público donde la comunidad tomaba las decisiones que afectaban a la colectividad. En este sentido cabildear era intervenir para que se decidiese en tal o cual sentido, procurando ganar para ello el mayor número de apoyo o votos de quienes contaban con la facultad y ascendiente para emitir sufragios.
El Movimiento Ciudadano por la Democracia define al cabildeo como la capacidad para alcanzar un cambio específico en un proyecto o programa gubernamental.
La Comisión de Enlace del Consejo Coordinador Empresarial nos dice que el cabildeo se caracteriza por el conjunto de diligencias para facilitar la información sobre las iniciativas y trabajos que el poder Legislativo desarrolla, como una forma de proteger los intereses de sus agremiados.
Hay una coincidencia en que, cabildear es tratar de incidir, de influir en la tendencia. El cabildeo convencional busca facilitar el apoyo legislativo a intereses particulares, legítimos, sin duda, pero particulares y el cabildeo institucional busca la viabilización de iniciativas de interés general, del interés público, es decir, la resolución incluyente.
El cabildeo requiere de una relación de diálogo permanente y de confianza con los miembros del poder Legislativo. El cabildeo institucional estaría integrado por una serie de actividades:
El cabildeo institucional ante los legisladores como una nueva función del Ejecutivo federal, analizando las circunstancias restrictivas e impulsoras de su desarrollo y consolidación; establece una aproximación a lo que pudiera ser una agenda de nudos y cabos sueltos, en ambos poderes, que se deben atender para cubrir la compleja tarea de definir, dotar de validez y transparencia, así como para acotar pero también para fortalecer al cabildeo institucional, como uno de los resultados emblemáticos de la transformación, del desarrollo político del país.
En la medida en que se perfeccione e institucionalice la función del cabildeo, indudablemente se contribuirá a la consolidación no de una mal llamada transición a la democracia, sino de un desarrollo político que instaure una cultura del diálogo y la colaboración de las redes interpoderes, en beneficio de la nación.
El cabildeo se ocupa del seguimiento de la dinámica y busca propiciar espacios de decisión incluyente. Nunca sustituye a los actores, favorece la introducción de un ambiente transparente para que los actores planteen, dictaminen, sus posturas.
Una final advertencia para que esta especie de cabos sueltos puedan en el futuro ir ocupando su identidad y espacio justo, es aprender de los resultados positivos, en otras palabras adaptar lecciones a las circunstancias particulares.
México tiene que pensar en serio sobre su acción de cabildeo, para encontrar espacios eficaces para la adecuada construcción de consensos incluyentes a favor de la sociedad, especialmente la más favorecida.
(Propuesta específica)
Los mexicanos hemos identificado el mal de fondo actual, que es el régimen presidencialista, pero no hemos encontrado la opción para sustituirlo. Una revisión detenida de nuestra historia nos indica que el parlamentarismo es el sistema por el que nuestros héroes más puros han luchado, aunque por desgracia no tuvieron la fortuna suficiente para establecerlo.
La solución de los graves conflictos sociales y políticos actuales podrá encontrarse precisamente en el Congreso que fundamentó el régimen presidencialista, pues ese congreso, al mismo tiempo que provocó la enfermedad, creó también los anticuerpos que pudieran anularla. Para el régimen presidencialista no existe otro antídoto que el sistema parlamentario.
Para un país como México, en donde se están dando las condiciones sociopolíticas para el fortalecimiento real del Poder Legislativo, dentro del proceso de democratización de la vida nacional que la sociedad viene demandando, resulta de primordial importancia el conocimiento de todo lo relacionado a la teoría parlamentaria y particularmente, a los temas de la Negociación Legislativa, a fin de posibilitar a los legisladores del futuro el acceso a las Cámaras del Congreso con los conocimientos adecuados para el mejor cumplimiento de sus tareas legislativas y de otra índole.
La Negociación Legislativa, al ser considerada como una parte del Derecho Parlamentario cobra especial relevancia, por tener como objeto de estudio el conocimiento de los pasos que se adoptan para elaboración y la adecuada relación de las leyes en general y de las disposiciones normativas en particular.
Se requiere de un conocimiento especializado para su aplicación a los aspectos teórico-prácticos que son necesarios en la redacción, composición y elaboración de las leyes en general, que habrá de repercutir en una mejor aceptación y comprensión, por parte del pueblo a quienes están destinadas, y por consiguiente de un más efectivo cumplimiento.
Las condiciones actuales resultan muy adecuadas para instaurar el parlamentarismo en nuestro país, y lograr así un sistema democrático que permitiría acabar con el actual régimen autoritario.
Es necesario transparentar, reglamentar, posicionar al cabildeo, para que así pueda efectivamente contribuir al fortalecimiento de la democracia que caracteriza hoy al sistema político mexicano.
El cabildeo es ya una disciplina o especialidad que deberá ganar identidad y asumirse, socialmente, como un insumo necesario para cualquier democracia exitosa.
El cabildeo es una fuente de información para los poderes públicos, en el entendido de que los tomadores de decisiones no pueden ser expertos en todas las labores del gobierno.
El cabildeo sistematiza información para la toma de decisiones, en la práctica busca que las decisiones de los poderes públicos se tomen con mayor fundamento posible, considerando al mismo tiempo la opinión del sector empresarial, de las organizaciones no gubernamentales, de los sindicatos, de la sociedad sin más.
Pero en un país con una tradición todavía fuertemente presidencialista y de valores antireeleccionistas, este aspecto restringe significativamente la eficacia y pertinencia del cabildo institucional.
No sería remoto intentar perfeccionar un programa interinstitucional e incluso internacional de cabildeo. No puede ignorarse el hecho de que a mejores cabildeos y reformas estructurales, mejores leyes. Y a mejores leyes, mejor país.
México tiene que pensar en serio sobre su acción de cabildeo, para encontrar espacios eficaces para la adecuada construcción de consensos incluyentes a favor de la sociedad, especialmente la más desfavorecida.
Las estrategias de cabildeo dependen en mayor medida de la capacidad y eficiencia con que se recopila la información, se procesa, se analiza y se utiliza para generar una estrategia de comunicación y cabildeo que responda a las necesidades de los tiempos y los actores que participan en el nuevo escenario nacional.
A lo largo de nuestra historia se han dado numerosos intentos de otorgar a la Cámara de Diputados –no siempre con la concurrencia del Senado- un papel central en el ejercicio del poder político. Hoy puede verse que esto es posible, pero hay que empezar a vencer nuestras propias resistencias.
Hoy más que nunca, por el momento político que vive la nación, se hace necesario reflexionar sobre la importancia de reformar el impedimento constitucional que prohibe a los diputados tanto federales como locales, así como a los senadores, que puedan ser reelegidos en el cargo en forma sucesiva, porque tal prohibición ha evidenciado con creces que ha sido uno de los factores que ha impedido el fortalecimiento real del Poder Legislativo como uno de los órganos del Estado Mexicano, al haberse convertido en un obstáculo para la profesionalización de sus miembros, que tienen que realizar una tarea que por su naturaleza es sumamente difícil y compleja.