RESUMEN EJECUTIVO Y PROPUESTA

México transita de un sistema de partido hegemónico a un sistema de multipartidismo moderado que preserva en mucho al autoritario régimen político. Lo hace algunas veces con celeridad. Otras con lentitud. Con avances. Pero también con retrocesos. Y en esa transición, el PRI continúa ocupando un lugar importante, pues a pesar de que en la actualidad perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, ésta no se ha salido de control ni se ha hecho ingobernable. Ha adoptado de una u otra manera las decisiones que el gobierno considera fundamentales. Así tenga para ello que trabar algunas alianzas legislativas estratégicas.

A pesar de que hoy existen partidos políticos de oposición con una presencia considerable entre el electorado, como el PAN y el PRD, y que no pueden ser reducidos al papel que jugaron los partidos "satélites", se mantienen encerrados en la esfera puramente electoral y compitiendo en condiciones todavía desventajosas. Circunstancias que han terminado por aceptar o a las cuales se han resignado.

La oposición fue captada, incorporada y neutralizada a través del reformismo electoral y de la representación proporcional. Dejó de ser doctrinaria para convertirse en pragmática. De ahí que su distancia ideológica se vaya borrando gradualmente. En este proceso, sin embargo, los partidos políticos no han logrado convertirse en vehículos efectivos de transmisión de demandas sociales al Estado y de reducción de la participación política de la sociedad a mera participación electoral. Muchos segmentos de la colectividad prefieren otras instancias u otras vías para expresar sus demandas más sentidas, ya que aquéllos están más interesados en la lucha por el poder y en la modificación recurrente de sus reglas formales, que en atender los graves problemas nacionales.

De esta manera, si la intención del PRI y del gobierno fue que la representación proporcional salvara su déficit de legitimidad y fortaleciera las instituciones políticas de canalización de tensiones sociales --a fin de que el disenso no se expresara por medios violentos--, bajo un modelo de democracia liberal, esto no ha ocurrido pues ciertos sectores y actores sociales, así como algunos grupos de poder tradicionales no aceptan, consciente o inconscientemente, que sus conflictos se diriman y se solucionen en la pura arena electoral y partidista. Su lógica autoritaria choca con los formalismos democrático-liberales. Los asesinatos políticos; la forma en que ahora se toman muchas de las decisiones en la Cámara de Diputados, esto es, con base en acuerdos de los coordinadores de las fracciones legislativas más grandes (PRI, PRD y PAN), excluyendo a los grupos parlamentarios pequeños (PT y PVEM); la guerra de denuestos y descalificaciones que se desató entre los precandidatos presidenciales del PRI (así hayan llegado al final a una "feliz reconciliación") y la que libran los candidatos de los distintos partidos; el movimiento en la UNAM (con todo y el sesgo de intolerancia y autoritarismo que tomó el CGH); las movilizaciones sociales espontáneas y el problema de Chiapas --que no es más que una parte del complejo problema indígena-- son sólo una muestra de ello.

Para lo que sí ha servido la representación proporcional y el reformismo electoral, es para integrar más y más a la oposición a la dinámica del régimen político mexicano. Los partidos opositores se han conformado con obtener crecientes espacios políticos --no sólo en la Cámara de Diputados, sino también en el Senado, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y las legislaturas locales-- para sus cuadros directivos, con lo cual dejan de lado la lucha por democratizar realmente al país. Ahora hasta hay más posibilidades de que sus élites salten de un órgano legislativo a otro para conservar así sus cotos de poder.

Pero lo que es peor. Ahí donde han llegado a ser mayoría y a controlar por ende algunos órganos legislativos y de gobierno, han preferido aprovechar el andamiaje institucional autoritario ya establecido, quizás sólo matizándolo, antes que reformarlo democráticamente. Es más, hasta han recurrido a las mismas prácticas antidemocráticas que tanto le criticaron al PRI en el pasado. De aquí que lejos de contribuir a la transformación del régimen político, terminen por inyectarle vitalidad con sus conductas autocráticas y prepotentes.

Así, con todo y los avances hacia un sistema pluripartidista moderado, el Poder Legislativo mexicano no ha logrado constituirse en un contrapeso real del Poder Ejecutivo, el cual a pesar de las pocas iniciativas que le envía --mostrando de esta manera su desdeño por la actual composición de la Cámara de Diputados--, logra que se aprueben así sea con base en alianzas coyunturales y sin necesidad de negociar su esencia. Y cuando la mayoría opositora en la cámara baja aprueba iniciativas contrarias a su proyecto, cuenta aún con la fuerza suficiente para bloquearlas sin tener que recurrir al veto presidencial. Tiene ahí al Senado en lo inmediato para ello.

De esta manera, el multipartidismo moderado, aunque no ha conseguido hacer efectivo uno de sus rasgos definitorios como lo es la alternancia en el poder, se consolida gradualmente en la esfera del Poder Legislativo en gran medida gracias a la representación proporcional. Las elecciones del año 2 000 podrían encumbrar por primera vez en la historia a un partido de oposición en la cima del poder político en México y sentar así ese presupuesto formal. Sin embargo, por la forma en que se han conducido las fuerzas opositoras, nada garantiza que se vaya a democratizar el autoritario régimen político todavía vigente.