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Partido de la Revolución Democrática Su historial académico infantil la identificaba como excelente alumna, sin embargo repitió el cuarto año de primaria. La explicación se basó en una falla lamentablemente muy popular en las pequeñas poblaciones de entonces: en la escuelita donde estudió no había un grado más allá del cuarto. En su natal Tlayecac, Ayala, estado de Morelos, no había para más, pero con buena madera y el apoyo de su tía Longina, que siempre intervino para bien en su vida, ese año repetido le permitió tratar a una nueva maestra recién llegada al pueblo, quien sin saberlo se convirtió en un ejemplo a seguir. La escuela fue un golpe de suerte en la vida de Ángeles. Su madre, sola y tratando de sacar a los hijos adelante, pensó que si alguien debía estudiar era el mayor, pues como varón debería enfrentar al mundo y mantener a su familia. Pero el hermano pronto comprendió que Ángeles tenía mejores cualidades y una férrea voluntad para los estudios, por lo que le cedió el puesto. Así es como la niña sale rumbo a Cuautla, en donde concluye la primaria y comienza a buscar opciones para estudiar la carrera magisterial, que la comenzó en la Escuela Normal Rural Emiliano Zapata, de Amilcingo, Morelos, de la que fue cofundadora y donde cursó el primero y el segundo año. Allí obtuvo los primeros instrumentos para iniciar su lucha política. Desde el nacimiento mismo de la institución, la batalla de los campesinos para que sus hijos tuvieran educación formal, la donación de terrenos ejidales para tal propósito, y el ideario zapatista permeando a los alumnos, hicieron de esta Escuela un semillero de luchadores sociales. Sin embargo un terrible accidente que marcó la vida de la joven, le impidió concluir sus estudios ahí. Por la presión de su madre, y nuevamente bajo la discreta vigilancia de su tía para que no abandonara la escuela, Ángeles se trasladó a Panotla, Tlaxcala. El cambio de escuela es catalogado por la actual diputada como "un choque de trenes" en su vida; sin embargo su pronto contacto con el campo, así como el reencuentro con una antigua compañera de la primaria, hicieron de su estancia en Panotla una experiencia menos traumática. En su nueva casa de estudios, la chica no encontró la efervescencia política que había aprendido en Amilcingo. Las luchas de sus compañeras eran otras, diferentes; su experiencia en este terreno la convirtió pronto en líder de su grupo, con una amplia participación política. Lo que Amilcingo había sembrado en ella no era asunto menor. Ya le había tocado estar comisionada para auxiliar a unos niños de secundaria que habían iniciado una huelga en Zaragoza, Puebla. De ahí aprendió algunas estrategias de la lucha que se vivía. Aunque Ángeles había prometido a su madre no volver a participar en "la grilla" por causas directamente vinculadas a los riesgos de la movilización y el traslado que la política exigía, grande fue la sorpresa, "incluso para mí misma", dice, al ver que su inclinación de volver a la lucha política le impedía cumplir su promesa. Un año después del dramático acontecimiento en el que 17 de sus compañeros y compañeras perdieran la vida en un accidente carretero, en 1976 Ángeles se encontraba de nuevo en un autobús rodeada de maestros y maestras rumbo a Campeche, en donde se celebraría un nuevo Congreso. Al término de sus estudios, la joven buscó por todos los medios que su diploma ostentara el nombre del caudillo del sur, cuyas ideas enraizaron más a su madre a la tierra y a ella a su participación política. Con ese propósito envió una carta a la Dirección General de Escuelas Normales, en un intento infructuoso por hacer honor a la escuela que la formó políticamente. Su amor por la figura de Zapata la impulsó a que, años más tarde, cuando concluyó sus estudios en antropología social, hiciera su tesis sobre el revolucionario morelense. La motivó a regresar a enseñar al campo un deseo de gratitud luego del esfuerzo de su madre, dedicada a la crianza de puercos para solventar sus estudios, y del trabajo de sus hermanos, pues Ángeles consideraba que sólo a través de la educación sería posible remontar el rezago de las familias campesinas. Así se fue a trabajar al Valle de Toluca, de donde ya no salió. En el primero año trabajó en un pueblo detrás del Nevado de Toluca, pero huyendo de un novio posesivo logró su traslado a Calimaya, en donde vive hasta la fecha y donde nacieron más tarde sus tres hijos. Como maestra tuvo contacto con algunos líderes que pertenecían al Partido Comunista Mexicano (PCM), al que no tardó en afiliarse. Su contacto con la gente del pueblo, los campesinos, los mítines, la persecución política y sindical, forjaron en ella la convicción de que estaba en el camino correcto, pese a lo empedrado del sendero. Tenía entonces 21 años. Dentro del magisterio comenzó a trabajar intensamente en el terreno ideológico y formó una célula de estudio llamada Otilio Montaño. Soltera aún, combinaba su trabajo, su militancia, y los estudios en antropología. Su posterior matrimonio e inmediatos embarazos, la hicieron truncar momentáneamente su participación política, aunque siguió trabajando como maestra. Cuando regresó al terreno partidista, el PCM había desaparecido y siguió su militancia en el nuevo Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Sobre aquellos años recuerda que sólo la labor de equipo con su esposo -también maestro- para criar a los hijos, permitió que ella pudiera seguir su trabajo en el partido. Vivió años muy difíciles en Calimaya, por lo que ella califica como "una línea sindical dura" de imposición sin posibilidad de réplica. Recuerda que con su ingreso a la sección 17 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, padeció a un secretario general "muy golpeador". Su rebeldía ante las injusticias del funcionario sindical, la llevó a organizar a los maestros de la escuela en donde entonces fungía como directora. Ángeles rememora con satisfacción que se enfrentaron en una lucha prácticamente cuerpo a cuerpo. Se siente orgullosa de su participación en el Movimiento Revolucionario Magisterial, ubicado en la oposición aglutinada en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En esos años, por cierto, le tocó pisar la cárcel. Su vida a contracorriente le ha provocado rechazos en ambientes cargados de cerrazón ante la libertad de las mujeres para elegir el rumbo de su vida; en su pueblo natal casi ninguno de sus paisanos sabía la noticia de que ella había sido elegida diputada, y su madre ha debido enfrentar severas críticas por la participación política de Ángeles. Al parecer aquí se cumple el adagio de que nadie es profeta en su tierra. Ser mujer y maestra impone obstáculos en la carrera política. Ángeles pronto comenzó a sentir el peso del castigo "por atreverse" a salir de su "estado natural" de madre y maestra rural. Ahora mismo, ante la posibilidad de que lance su candidatura a la presidencia municipal de Calimaya, ha comenzado una dura campaña en su contra, con el pobre argumento de que no es "nativa" de lugar. Ella llegó a la diputación en condiciones nada fáciles para una mujer y para una esposa: con su marido por contendiente. Esa situación la llevó a vivir casi un colapso en su relación, pues aunque ella era candidata "casi natural" por su reconocido trabajo político, su partido ofreció a los dos la precandidatura, por lo que tuvieron que "discutirlo" al interior de la pareja. Su carácter y convicción de que podía con el paquete, y que quería hacerlo, la impulsaron a luchar contra la decisión de su esposo de autonombrarse candidato único y viable. La hoy diputada ya había pasado por la organización de marchas y de procesos electorales, por la defensa del voto y tenía un conocimiento profundo del distrito. Sabía que por muchos años había dejado pasar excelentes oportunidades de proyección política, para dar paso a otros, a quienes de alguna manera sentía que podrían hacer mejor el trabajo que ella. Su postulación final como candidata, la campaña política, el intenso ir y venir de un lado a otro del municipio, y el conflicto aparentemente resuelto con su pareja, contribuyeron a que viviera esos momentos con tensión y dudas. Pero una vez que Ángeles tuvo seguridad en sí misma no hubo quién la detuviera; tuvo la certeza de que sería diputada pese a las difíciles negociaciones al interior del PRD. Su participación en la Comisión de Equidad y género en la Cámara de Diputados tiene pues, estos antecedentes. Es por ello entendible su decidido esfuerzo y apoyo a favor de la causa de las mujeres, sea expresados en la lucha contra la violencia que sufren las mujeres en Ciudad Juárez, la revisión de la ley del Cofipe para la participación de las mujeres en los puestos de elección popular, o en las reformas al código penal en materia de violencia intrafamiliar. Acepta que hoy le es imposible dejar de lado los compromisos con las mujeres. "Empecé a leer sobre las mujeres que se organizaron en el Frente Feminista cuando era estudiante de Antropología Social, y poco entendía. Hacíamos pequeños círculos de estudio. Ahí me enteré del feminismo y de que la mujer era explotada tres veces; en el hogar, el trabajo, y al atender al marido. Y eso lo entendí mejor cuando llegué al Partido Comunista". Como diputada entendió sobre género, sobre equidad. "Yo creía que el hecho de que mi compañero no protestara jamás por mi intensa participación política y que me impulsara a seguir adelante, significaba casi una deferencia que él me hacía por buena persona. Y aunque hoy reconozco que hay una parte de su persona que así es, hay otra que yo entendía mal de raíz, pues yo podía hacer todo ello sin concesión alguna de su parte". En una reflexión sobre las mujeres en los liderazgos y en los puestos de poder, Ángeles lanza al aire sus ideas: "Creo que el hecho de que las mujeres lleguen a ocupar representaciones populares no lo es todo. Conozco a diputadas no interesadas en hacer política con visión de género. Trabajan, pero rechazan directamente que hay que trabajar con las mujeres, como si ellas no fueran ciudadanas. Es importante que las mujeres sepan que tienen derechos, y que desde su propio espacio les interese defenderlos: la fábrica, la oficina, la casa. Tal vez a nosotras nos falta motivarlas para que participen en los cargos de decisión, pues al momento de la repartición de los puestos, se quedan afuera, por mucho que hayan participado. Más difícil aún es la vida de las mujeres del campo; sumidas en la pobreza tienen que aguantar violencia, y además sacar adelante a la familia lavando ajeno, cosiendo vendiendo incluso a escondidas del marido. Eso es lo que viven las mujeres en mi municipio". Con frecuencia, para esas mujeres saberse escuchadas, comprendidas, es fundamental, expresa Ángeles, y ejemplifica: "Siendo secretaria técnica del partido a nivel estatal, empecé a llevar a grupitos de 15 a 20 mujeres a reuniones en donde platicábamos con psicólogas, con maestras muy preparadas. En mi propia experiencia, cuando yo tenía un problema sentimental o afectivo sólo me ponía a llorar. La pauta para dejar de hacerlo me la dio mi propio esposo; en una ocasión, al discutir yo comencé a llorar; entonces me dijo: "Habla, que no se te entiende". Yo me ubiqué y aprendí que no basta con decirle a las mujeres: 'tú eres lo máximo, lo mejor', sino darles las herramientas para que salgan con sus propios medios, pero con acceso a las posibilidades para que lo lleven a cabo. Para mí, la base del contacto con las mujeres es ponerse en sus zapatos, que sepan que sabes lo que tienen y lo que no tienen". Ángeles se sabe una mujer común y corriente, en contacto con las otras. Recuerda que una vez "una comadre mía llegó a la casa a platicarnos que su marido le había pegado una vez más, enfrente de sus hijas, y que ellas se habían espantado mucho. Entonces le dije: 'Yo no sé hasta dónde esté usted dispuesta a llegar; yo no le voy a dar de comer, yo no le voy a mantener a sus hijas, usted está atenida. ¿Le va usted a entrar deveras o va a terminar doblando las manos? Oiga bien lo que le voy a decir: si usted sigue permitiendo que la siga golpeando, que la insulte y delante de las niñas, lo único que está haciendo es reproduciendo todo eso en cada una de sus hijas. Todo eso ellas lo van a aguantar después' ". Mujeres así, reflexiona Ángeles, conforman el grueso de la población a la que la Comisión de Equidad de género debe apoyar e impulsar para salir adelante, mediante los diversos instrumentos que sus integrantes, como legisladoras, poseen.
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