5. Migración
La migración indígena obedece a factores
de diversa índole: ecológicos, problemas de tenencia de la tierra, baja
de los precios de los productos agrícolas y su comercialización, relocalización
y expulsiones y factores sociodemográficos.
Dentro de los factores ecológicos destacan,
como ya se mencionó, la baja productividad de las tierras de temporal,
los fenómenos climáticos como sequías, heladas y huracanes y la degradación
de los suelos por la introducción de productos comerciales, fertilizantes
y plaguicidas. Por lo que se refiere a la tenencia de la tierra, problemática
analizada en un apartado anterior, se presentan dificultades asociadas
a carencia de tierras y conflictos agrarios por despojo y sobreposición
de linderos, así como a la construcción de presas, de vías de comunicación
y de plantas industriales, que han afectado a los pueblos y comunidades
y que en ocasiones han obligado a la reubicación de poblados enteros.
Por su parte, la baja de los precios de
los productos agrícolas y su comercialización, ha impactado de manera
notable a comunidades en donde la vocación de las tierras de labor se
orientó hacia la producción de cultivos como café, henequén, tabaco,
azúcar, cacao, tomate, naranja y otros. Aunado a lo anterior, se presenta
una reducción importante en la demanda de productos artesanales de cerámica,
palma, madera, etcétera.
El fenómeno migratorio adquiere diferentes
modalidades, a saber: migración temporal y migración definitiva. La
primera de ellas, es decir, la de carácter temporal, es la más común
entre la población indígena y se encuentra vinculada al ciclo agrícola
y, por tanto, los polos de atracción son aquellas poblaciones en donde
se cosecha café, azúcar, así como otras actividades agropecuarias; las
cuales se realizan en territorio nacional como en las ciudades fronterizas
de Estados Unidos. Uno de los más importantes centros de atracción es
la zona agroindustrial del Valle de San Quintín en Baja California y
los campos de hortalizas cercanos a la frontera, así como las ciudades
de Tijuana y Mexicali. Algunos migrantes se introducen en California,
Estados Unidos, por la ruta de San Diego y se vinculan con organizaciones
indígenas establecidas en las ciudades, tales como las de mixtecos y
purépechas.
Las mujeres indígenas forman parte de esta
corriente migratoria que se dirige hacia los centros urbanos en donde
se emplean como trabajadoras domésticas y como vendedoras de artesanías
y a las zonas agroindustriales que demandan mano de obra femenina, por
considerarla más redituable, ya que trabajan jornadas dobles y perciben
salarios más bajos. Esto se explica porque en su gran mayoría las mujeres
indígenas son monolingües y analfabetas y porque son migrantes temporales
a quienes no se les otorga ninguna prestación social.
Por otro lado , la migración definitiva
es poco significativa si se compara con la temporal y se caracteriza
porque la corriente migratoria se dirige a los centros turísticos de
las costas y a las capitales de las entidades federativas, en donde
se establecen en barrios que constituyen los cinturones de miseria.
Los hombres se emplean en el sector servicios y en el de la construcción
y las mujeres se contratan como empleadas domésticas y en algunos casos
como obreras. Esto permite el establecimiento y la reproducción de redes
sociales de familiares entre sí y con otros miembros de las comunidades
de origen. Pese al carácter definitivo de este tipo de migración, los
indígenas mantienen contacto con sus comunidades al acudir a las fiestas
religiosas más importantes y al enviar dinero para los familiares que
permanecieron ahí.
Existen entidades federativas y algunas
grandes ciudades que se han convertido en receptoras de población indígena
migrante, entre estas últimas destacan el Distrito federal, Monterrey,
Guadalajara, Tijuana, Ensenada, Tepic, Mérida y la zona conurbada del
estado de México, mientras que entre las primeras sobresalen Baja California
y Sinaloa. De los 803 municipios indígenas, 43% de ellos son considerados
como expulsores, en contraste, sólo el 13% de los mismos son de fuerte
atracción. Así, los estados de Oaxaca, Guerrero y Michoacán, son aquéllos
que tienen una mayor cantidad de municipios expulsores de mano de obra,
en tanto que en Chiapas, la expulsión tiene que ver con motivos de carácter
político o religioso.
La corriente migratoria tiene un carácter
estructural y se halla determinada por múltiples factores y, por lo
tanto, rebasa el ámbito de lo estrictamente laboral o de lo exclusivamente
económico: por un lado, las ciudades receptoras ofrecen oportunidades
de empleo en las plantaciones de algodón, tomate y otras hortalizas,
el corte de la caña de azúcar, la industria de la construcción y la
venta de artesanías; por el otro, la mayor parte de las regiones del
país donde habitan los pueblos indios -como se dijo con anterioridad-
son improductivas, dado el deterioro ecológico que enfrentan, la escasez
y la erosión de las tierras, la carencia de tecnologías adecuadas, su
aislamiento, el crecimiento poblacional y la presión sobre los recursos,
el caciquismo y los conflictos políticos y sociales, factores que en
su conjunto no permiten que se genere un proceso de diversificación
económica y de creación permanente de fuentes de empleo que erradique
el desarraigo de los indígenas mexicanos de sus lugares de origen.
En este contexto, los indígenas migrantes
se emplean como jornaleros, tanto en sus propias regiones como en las
grandes plantaciones agrocomerciales del noroeste del país y del sur
y el centro de Estados Unidos, cortadores de caña en los estados de
Morelos, Puebla y Veracruz, como obreros de la construcción, vigilantes,
policías, soldados, vendedores ambulantes y empleadas domésticas en
las grandes ciudades.
Es difícil cuantificar la migración interna,
ello sin contar, como ya se señaló, con el hecho de que muchos indígenas
trabajan como braceros en los estados sureños y del centro del vecino
país del norte. Cabe destacar, que el éxodo migratorio ha contribuido
sin duda, a la reproducción social y económica de muchos pueblos y comunidades,
como resultado de los recursos que envían a sus familias los indígenas
migrantes.
Un hecho que no se puede soslayar cuando
se habla del fenómeno migratorio, es el relacionado con que nuestro
país es un lugar de tránsito obligatorio para los indígenas centroamericanos
cuyo destino son los Estados Unidos de América. Situación que reviste
particular importancia, ya que muchos de ellos se quedan a vivir temporal
o definitivamente en nuestro país, con las consecuentes presiones que
generan sobre el empleo, los servicios de salud y educación y la infraestructura
básica.
La migración conlleva condiciones de inseguridad,
maltrato, explotación y cambios en los estilos de vida, incluyendo el
trabajo infantil y la situación extrema de que no se respeten los derechos
laborales consagrados en nuestra Carta Magna.