3. Economía
3.1. Actividades productivas
La mayoría de la población indígena tiene
como pilar de su subsistencia alguna actividad relacionada con el sector
primario, las cuales se encuentran estrechamente vinculadas con el territorio
y los recursos naturales. La base económica para la reproducción de
las comunidades indígenas está constituida por tierras destinadas a
la producción de maíz, frijol, calabaza y chile y dichas tierras están
divididas en tantas parcelas como el número de familias nucleares que
integran la comunidad.
Las milpas tienen en promedio una extensión
de entre 3 y 5 hectáreas, y su cultivo representa el eje que mantiene
la cohesión social de los parientes y las familias extensas agrupadas
en torno a la comunidad y es el vehículo de reproducción social y económica
que les permite alcanzar la seguridad individual, la unidad social y
la continuidad cultural. El consumo familiar proviene de las parcelas
y de la ganadería menor, así como de la fruticultura y la horticultura.
Predomina la práctica de la agricultura
tradicional para la obtención de los satisfactores destinados al autoconsumo
y cuando excepcionalmente se generan excedentes, se concurre a los mercados
de los centros rectores (cabeceras municipales) para venderlos. Sin
embargo, dada la carencia de infraestructura para el acopio y comercialización
de sus productos, son presa fácil de los intermediarios y, en consecuencia,
se ven despojados de parte significativa del valor de los mismos.
En algunas regiones, cuando la feracidad
y las características de las tierras lo permiten, se participa en la
producción de cultivos comerciales, tales como café, cacao, pimienta,
miel y vainilla, aunque en su gran mayoría la agricultura se orienta
a los cultivos tradicionales de maíz y frijol, que son el sustento de
la dieta de los indígenas y campesinos de México.
Algunos pueblos y comunidades practican
la pesca ribereña de autoconsumo, actividad que realizan con tecnologías
muy rudimentarias y, aunque en algunos casos tiene propósitos comerciales,
su participación en el mercado nacional es de carácter marginal.
La agricultura tradicional se complementa
con diversas actividades como la recolección de leña y plantas medicinales,
así como con la cría de animales domésticos de carácter extensivo y
la manufactura de productos artesanales; esta última actividad se ha
convertido en una importante fuente de ingresos para las familias y
en ella adquiere relevancia el papel de las mujeres, como productoras
y transmisoras de conocimientos ancestrales que han permitido preservar
la identidad y los valores indígenas.
Se puede observar que casi el 90% de los
núcleos agrarios asentados en los municipios que tienen un porcentaje
de población indígenas de 50% o más del total se dedican a la agricultura,
8% a la ganadería extensiva y 1% a la silvicultura.
Es de señalarse, que gran parte de las
dotaciones originales de tierra para los pueblos y comunidades comprenden
tierras de temporal y de monte, de tal manera que casi el 94% de los
ejidos y comunidades carecen de sistemas de riego, lo que impide con
mucho el desarrollo de una agricultura con altos niveles de producción
y productividad, además de que la incorporación de las nuevas generaciones
al reparto de la tierra, provoca un fenómeno de minifundismo que exacerba
el problema del bajo rendimiento de las tierras.
Algunos pueblos indios poseen grandes extensiones
de bosque, a las que les dan un uso doméstico y, en otros casos, dichas
zonas boscosas son concesionadas a particulares para la explotación
forestal de carácter comercial, lo que ha dado como resultado la tala
inmoderada de grandes superficies de bosques y selvas, sin que existan
programas de reforestación y regeneración de ecosistemas y en las que
los propios indígenas alquilan su fuerza de trabajo. Por ello resulta
paradójico que aun cuando son poseedores de grandes áreas de bosque
no sean los beneficiarios de la explotación del mismo.
Ambas condiciones, esto es, la posesión
de tierras de temporal y la concesión de zonas boscosas a particulares,
se traducen en desempleo y niveles de vida tan bajos, que provocan un
fenómeno migratorio hacia las grandes ciudades y los estados norteños
del país; corriente migratoria que en ocasiones trasciende los límites
de nuestras fronteras, ya que algunos indígenas se ocupan como braceros
en las plantaciones del sur de los Estados Unidos, con el propósito
de tener acceso al empleo y poder mantener a sus familias. Más aún,
en algunos pueblos y comunidades de estados como Oaxaca y Michoacán,
el total de las aportaciones proviene de los dólares que envían los
indígenas migrantes a sus familias.
En lo relativo a la Población Económicamente
Activa (PEA), en las localidades que cuentan con más de 70% de población
indígena, ésta es del orden del 41% y su distribución entre los sectores
productivos es el siguiente: el 69% se ocupa en actividades del sector
primario, 13% en el secundario, 15% en el sector terciario y el resto
en actividades no especificadas.
Por lo que se refiere a la población femenina
de estos municipios, la distribución de mujeres ocupadas por actividad
es la siguiente: 16% se emplea en el sector agropecuario, 18% en la
producción de artesanías, 13% en el comercio, 12% en servicios comunales
y sociales, 25% en servicios personales, 6% en restaurantes y hoteles
y el resto en otros servicios. Independientemente de esta distribución,
las mujeres indígenas participan en actividades agropecuarias y artesanales
a lo interno de su núcleo familiar, aunque dichas actividades no les
sean remuneradas.
De los datos del Programa de Desarrollo
de los Pueblos Indígenas, se infiere que aquellas localidades que cuentan
con una población indígena de 70% o más del total, más del 60% de la
población se encuentra desempleada. De la PEA; el 21% no percibe ingreso
alguno por su trabajo, el 38% recibe menos de un salario mínimo mensual,
en tanto que poco más del 23% recibe entre uno y menos de 2 salarios
mínimos al mes. Esto significa que el 82% no percibe ni siquiera 2 salarios
mínimos por su trabajo.