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Martes 3 de octubre de 2000
Diario Clarin -- Argentina

TRIBUNA ABIERTA
Los políticos están cada vez más lejos de la gente


El nexo entre los ciudadanos y sus líderes se tornó muy frágil · Para recomponer ese vínculo hay que encontrar nuevas formas de registrar y hacer legítimas las opiniones populares, organizadas o no  RALF DAHRENDORF. Politólogo. London School of Economics.

Blair está siendo víctima de la ventosa tempestad que él mismo provocó. Al primer ministro británico jamás le agradó la democracia basada en el debate parlamentario. La legitimidad, para él, debe basarse en un contacto más directo con "la gente".

Pero ¿quién es "la gente"? Pronto se persuade de poder encontrarla en los "grupos de interés", líderes presumiblemente representativos, invitados a discutir temas de actualidad, o con la proximidad mucho más directa que se logra mediante un  referéndum. Por otra parte, los sondeos de opinión se registran mucho más seriamente si provienen de los partidos políticos. Pero, ¿y el Parlamento? Blair se escabulle entre sus ocupaciones y se exhibe muy poco allí, menos inclusive que el líder conservador, William Hague.

Estrategia de alto riesgo

Que ésta sea una estrategia de alto riesgo se ha vuelto evidente para muchos observadores desde hace varios meses. Por un lado, "la gente" es generalmente poco clara en relación con sus propias preferencias en cuanto al mismísimo primer ministro. Lo que "la gente" dice dentro de los grupos de interés o en las encuestas de opinión se basa a menudo en pareceres superficiales que pueden cambiar al cabo de algunos minutos frente a nuevos eventos o nuevos argumentos.

Incluso los referendos, por no hablar de los sondeos de opinión, tienen las características de una foto instantánea. En un mundo voluble reflejan humores pasajeros más que intereses o convicciones duraderas.

Sin embargo, "la gente" ahora ha descubierto la abdicación del poder por parte de sus supuestos líderes. Sin tener en cuenta las elecciones, puede obtener lo que quiere inmediatamente poniendo en acción   anifestaciones de masa, bloqueando los puertos o las refinerías de petróleo u otros lugares. Estas manifestaciones les resultan fácilmente organizables con la ayuda de la telefonía celular y de Internet.

¿A quién le tocará después? Quizá a los maestros, o a los campesinos perennemente frustrados. ¿Adónde iremos a parar? A Praga, naturalmente, donde las instituciones financieras organizan sus encuentros. Los temas particulares no tienen importancia. Lo que importa es que el rey está desnudo y que el poder de los líderes se revela inconsistente.

La orientación de Blair es sólo un ejemplo de la tendencia cada vez más generalizada de trasladar el juego político fuera de los canales constitucionales. Y su propio gobierno representativo es la primera víctima. Las elecciones ya no son más el mecanismo capaz de crear una cámara parlamentaria donde se desarrolle el debate y se tomen las decisiones por un largo período de cuatro o cinco años. Por el contrario, las elecciones también se han transformado en una simple instantánea de los estados de ánimo pasajeros. El hecho de que un parlamento haya sido elegido hoy ya no quiere decir nada pasado mañana.

Más allá de la política instantánea de los sondeos de opinión y de los referendos, este cambio promueve el rol de quien se autodefine como "portavoz de intereses particulares". Las organizaciones no gubernamentales son la linfa vital de la sociedad civil, pero una verdadera sociedad civil existe sobre todo allí donde el gobierno no existe o no debería intervenir.

La sociedad civil como tal no está ni a favor ni en contra del gobierno -esto es cierto al menos bajo las condiciones de un orden liberal-, pero se muestra independiente respecto al gobierno. Sin embargo, muchas organizaciones no gubernamentales ya no se consideran dentro de esta posición.  Las organizaciones no gubernamentales (ONG) se mueven como si estuvieran en el lugar del gobierno o, al me nos, en el del Parlamento, como expresión de la voluntad popular. No faltan los ejemplos de la nueva política "de la gente" a través de los referendos, las manifestaciones "espontáneas", o las actividades de las organizaciones no gubernamentales. En un cierto sentido, los bloqueos de calles para hacer descender los impuestos sobre los combustibles, los proyectos dirigidos a suspender referendos anticonstitucionales sobre las cuestiones de relevancia constitucional y las tentativas de impedir el desarrollo de algunos encuentros de organizaciones internacionales forman parte de la misma tendencia de la disolución y difusión de la legitimidad.

Con la legitimidad, la democracia sufre, al menos en su encarnación institucional. En una situación de este tipo, son oportunos dos comentarios y una conclusión.

El primer comentario es que estamos entrando en un clima político peligrosamente fluido. Su fluidez es peligrosa porque las expresiones no estructuradas de la voluntad popular dominan la escena institucionalizan la volubilidad. La política pierde el pasado y el futuro al mismo tiempo. Ni la historia ni la visión de aquello que es necesario informan las decisiones. Esta situación representa una invitación dirigida a los lideres sin escrúpulos -y ciertamente no democráticos- que pretenden  imponer sus voluntades como si representaran a la nueva voluntad popular. Por otra parte, es una invitación a sostener una tendencia neofascista.

El segundo comentario es que, de todos modos, "la gente", incluidas las organizaciones no gubernamentales, no tiene necesariamente el derecho a comportarse de ese modo. De hecho, una causa de los hechos aquí descriptos es que "los políticos han perdido el contacto" con la gente. Son incapaces de reconocer los cambios en las preocupaciones de la población y éste es el motivo por el cual, no bien son elegidos, su legitimidad es puesta en duda.

No hay peor sordo...

De alguna manera, el nexo entre los ciudadanos y sus líderes se tornó cada vez más frágil. Esto es particularmente cierto en relación con los partidos políticos clamorosamente incapaces de recoger las opiniones populares y de canalizarlas a través de un verdadero liderazgo. De este modo, las opiniones situacionales de amplios grupos no sólo quedan sin ser escuchadas en los canales oficiales, sino que persisten a través de los años. El Parlamento ya no es la verdadera tribuna nacional.

La conclusión es problemática, dada la naturaleza del caso.

Muy a menudo se dice que estamos viviendo la era de la globalización, lástima que no tengamos instituciones globales adecuadas. Ahora parece ser que ni siquiera tenemos instituciones nacionales adecuadas. Por todas partes nos encontramos experimentando nuevos métodos e incluso nuevos espacios, y en esta materia el populismo y el federalismo van del brazo.

A mi parecer, la tarea principal consiste en recuperar al menos una buena parte de la fuerza perdida por los legisladores. Ellos representan el compendio de responsabilidades del gobierno a través del debate. Además de esto, se necesitarán encontrar nuevas reglas del juego que den a las opiniones populares, organizadas o no organizadas, una expresión regular. Un forum para las ONG sería mejor idea que la situación del presente.

Obviamente, todo esto no es más que un inicio. Quizás, antes que nada, necesitemos reconocer que está aconteciendo algo totalmente nuevo y que no pasará.

                   Copyright Clarín y La Repubblica, 2000.


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